domingo, 12 de febrero de 2012


Acabo de leer un artículo sobre los límites a la libertad religiosa ( ¿ es inherente al Estado laico configurarse como un límite a la libertad religiosa? ) que ha hecho que vuelva a plantearme algunas cuestiones que me surgían el otro día en unas de las clases del curso de mediación intercultural. Me plantaba precisamente donde están esos límites. Pues me resulta muy complicado saber hasta dónde podemos llegar a la hora de "imponer" de alguna manera a personas procedentes de otras culturas y religiones la nuestra propia. Así como algunas dudas sobre nuestro Estado aconfesional.
¿Por qué causa cierto rechazo que una mujer quiera llevar un “pañuelo “en la cabeza y sin embargo somos capaces de convivir con la violencia, ya no física sino verbal con la que cada vez más personas se dirigen las unas a las otras? ¿No es igual de espantoso que dos personas se agredan, independientemente de cuál sea la religión que practican? ¿Por qué parece que es más grave cuando los actores son considerados “extranjeros”? ¿De verdad nos creemos tan acertados en nuestra forma de hacer las cosas?

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